El Papa había sido visto por última vez en público el 23 de marzo pasado, cuando apareció en un balcón del hospital Gemelli menos de dos minutos, justo antes de regresar al Vaticano para un alta protegida. Sus médicos, que contaron que dos veces estuvo en peligro de muerte, le prescribieron al menos dos meses de convalecencia. Pero al ver que era una jornada de sol, muy cálida, el Papa quiso salir de Santa Marta y estar presente.
La sorpresiva reaparición -de unos diez minutos- no sólo confirmó que el Papa sigue con la mente más que lúcida y tomando decisiones, sino también que son reales esas “leves” y “graduales” mejoras de las que fue dando información el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, en dos encuentros que tuvo con periodistas durante la semana. Entonces, aseguró que gracias a los ejercicios de rehabilitación respiratoria y fisioterapia motora, el papa Francisco estaba lentamente teniendo progresos tanto en el uso de la voz -dañada por la oxigenación de altos flujos-, como en sus movimientos.
En efecto, su aspecto era este domingo seguramente mucho mejor del que ostentó el 23 de marzo pasado, cuando apareció sin cánulas nasales en un balcón del Gemelli para saludar a miles de personas, antes de regresar a su casa del Vaticano: entonces se lo vio muy debilitado y frágil y tuvo dificultades no sólo para levantar los brazos para dar la bendición y para hablar, sino también pareció a punto de ahogarse. De hecho, su enfermero debió retirarlo rápidamente del balcón.
Esta vez, amén de estar con sus cánulas nasales puestas -una imagen a la que los fieles deberán acostumbrarse-, pudo saludar levantando las manos, mientras avanzaba hacia la multitud, evidentemente contento de haber vuelto a estar, aunque sea por unos minutos, junto a su grey. Y aunque fueron pocas palabras, pudo saludar en forma clara. Incluso golpeteó el micrófono con un dedo para controlar que funcionara.
Antes de ese saludo a los peregrinos y a los fieles en la plaza, “el Papa recibió el sacramento de la reconciliación en la Basílica de San Pedro, se detuvo a rezar y atravesó la Puerta Santa”, informó la Sala de Prensa.
Después de haber estado prácticamente aislado durante dos semanas en el segundo piso de Santa Marta -rodeado las 24 horas de personal sanitario y junto a sus tres secretarios privados- para el Papa seguramente fue re-energizante y como un bálsamo el reencuentro con los fieles. Incluso fue saludado y les estrechó las manos a algunos de ellos, más allá de la recomendación que le habían dados sus médicos de evitar el contacto con grupos grandes.
La reaparición también fue vista como una suerte de ensayo general de lo que podría suceder en la próxima Semana Santa, cuando probablemente el Papa no podrá aún leer sus homilías, algo en lo que será reemplazado por sus colaboradores, pero de todos modos podrá estar presente e impartir la bendición, que es la función crucial del máximo jefe de la Iglesia católica.
En el sermón preparado para la misa del Jubileo de los enfermos, que leyó durante la misa el arzobispo Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, el Papa describió su nueva condición de enfermo. “Ciertamente la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así. Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos y, si nos abandonamos en Él, precisamente allí donde nuestras fuerzas decaen, podemos experimentar el consuelo de su presencia”, escribió. “Queridos hermanos y hermanas enfermos -también indicó-, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.